Por: Ulises Rodríguez

A finales del 2020, durante la sesión en la que se aprobó la solicitud de licencia por tiempo indefinido del senador Miguel Ángel Navarro, éste, desde su escaño, dio un emotivo discurso que aplaudieron sus pares, conmovidos también. Dijo quién era ya el ungido para la candidatura de MORENA a la gubernatura de Nayarit:
“Vuelvo a la tierra de la cuál soy origen, a la tierra de mis amores, a la tierra que quiero tanto. Vuelvo al ingenio azucarero en el que un día nací, entre los hombres del campo, voy a mis orígenes, voy al amor de mis amores”.


Más de tres años han transcurrido desde entonces y, si aquella tarde, los senadores le hubieran negado la licencia a la que, indiscutiblemente tenía derecho, los nayaritas nos hubiéramos ahorrado muchas tragedias. Ese hombre que, con apariencia sabia y con la cara medio cubierta con un cubrebocas decía amar a Nayarit lo ha destruido en muchos sentidos. Rescato lo dicho aquella tarde de otoño porque la caña y el ingenio azucarero han estado vinculados de manera permanente en la vida del Dr. Navarro Quintero. Me explico: el doctor nació en Francisco I. Madero, Puga, el 11 de enero de 1951. Su padre, Gabino Navarro, era un muchacho que no llegaba a los 30 años, conducía un camión cañero propiedad del ingenio de Puga y fue en el desempeño de su trabajo justamente cuando perdió la vida en ese 1951. Su hijo más pequeño, Miguel Ángel, tenía apenas 9 meses de nacido.


En su vida política, el doctor siempre se ha dicho vinculado con Puga y con la siembra de caña. No pocos spots en sus diferentes campañas lo dibujaban a él, en medio de un campo aledaño a Puga, que contrastaba el verde de la siembra con lo blanco de su camisa y su pantalón color beige. Al fondo, solía distinguirse el ingenio azucarero en el que su padre trabajó.
Don Gabino no vivió para ver que sus hijos fueron buenas personas, tampoco para ver cómo uno de ellos se dejó consumir por la amargura, el rencor y la ambición y lo hizo transformarse en una especie de Nerón, dispuesto a quemar todo el estado con tal de saciar sus más bajos instintos y los de la recua de bandidos que lo acompañan.


Hasta donde se sabe, en tres años de gobierno, el doctor no ha hecho gran cosa ni por los cañeros, ni por Puga y a veces eso es mejor ¡Qué bueno que los tenga olvidados! porque cuando el doctor fija su atención en algo, por lo regular, es para causarle un fuerte daño.
Lo irónico viene de que fue un asunto que tiene qué ver, precisamente con la caña y con la azúcar, lo que generó una coyuntura que nos ha dejado enormes lecciones a los nayaritas. Obsesionado con el slogan de “despertar al gigante dormido”, para referirse a desarrollar a un Nayarit que, en su simbolismo, estaba aletargado hasta su llegada a la primera magistratura del estado, ayer, esa frase que se ha convertido en chunga popular tuvo por fin algo de sentido.
El cañero Alonso Arellano, que atropelló de manera accidental a un ciclista el pasado 29 de marzo y afrontó con valor civil las consecuencias de sus hechos se convirtió, sin proponérselo y sin buscarlo, en una especie de ícono que motivó en su gremio la solidaridad, la organización y la resistencia que hoy permiten que esté con su familia, enfrentando su proceso en libertad. El señor no es de ninguna manera un héroe, pero sí fue, durante semanas, una víctima de la desigualdad con la que actúa el sistema de procuración e impartición de justicia en nuestro estado y eso, en automático le generó al señor la simpatía de amplias capas de la sociedad que no pudimos evitar conmovernos con su historia. La suya, después de todo, puede ser nuestra propia historia en cualquier momento en un Nayarit donde la fiscalía y el Poder Judicial sirven para extorsionar, para perseguir, para despojar, pero no para impartir justicia ni para garantizar el respeto a la ley.


Desde temprano, el día de ayer, el gobierno, a través de sus medios afines a los que les paga significativas cantidades mensuales a cambio de que guarden silencio y de la difusión absurda y grosera de boletines donde se dice, palabras más o palabras menos, que vivimos en Disney, trató de generar la percepción de inconformidad contra el bloqueo implementado por los cañeros para solicitar un proceso justo para su compañero. La operación les salió mal. Las redes sociales dieron cuenta de que la empatía en el caso de Alonso Arellano ya había penetrado en buena parte de la sociedad.


El esperado reclamo social contra los manifestantes se tornó en un bumerang que evidenció la corrupción de la fiscalía en escandalosos casos de latrocinios contra el erario, su complicidad en la ola de extorsiones y despojos al amparo del Poder y su ineficiencia en casos de alto impacto ocurridos recientemente y donde también perdieron la vida varias personas, pero cuyos culpables hoy gozan de libertad y, sobre todo, de impunidad. Fue la presión de los cañeros organizados y de una sociedad que se mostró empática, la que generó que el gobierno reculara, primero, en su decisión de retirar las concesiones y permisos a los cañeros que participaban en el bloqueo y, eventualmente, que buscaran las condiciones para llegar a un acuerdo que permitiera la liberación de Alonso Arellano, a quien, presuntamente, la juez Wendy Karime Oronia, pretendía mantener en prisión por consigna o, simplemente por desconocimiento de los procesos judiciales. Lo anterior, me dicen mis fuentes al interior del Poder Judicial, se debe a que la juez no tiene mucho en el cargo y habría sido promovida por el subfical Daniel Araujo, con quien trabajaría estrechamente. Este dato es relevante en un momento donde se cuestiona la imparcialidad y la independencia de criterio de los juzgadores y, donde es buen momento para identificar a los promotores de quienes actualmente son juzgadores y quienes pretenden serlo a partir de la elección de junio de este año.


Con lo ocurrido ayer, podemos decir que, por primera vez, vemos que despierta un gigante en Nayarit. No, no el que tanto cacaraquea el doctor Navarro que sólo ha servido de burla, sino el gigante de la sociedad organizada, la que es capaz de tener empatía y perder el miedo a expresarse para luchar por algo justo. En Nayarit, ya había despertado el gigante de la impunidad, pero ayer despertó otro, el de la conciencia social. Nuestro gigante fue mayor y ganó una batalla destinada a perderse.


Del señor Alonso Arellano, lo que todos podemos esperar es que lleve un juicio justo y que su sentencia sea estrictamente apegada a derecho. Después de todo lo ocurrido ayer, confiemos en que así será. Su tragedia trajo algo bueno: nos enseñó de qué está hecha nuestra comunidad y, al menos yo, se lo agradezco mucho.
No pude evitar pensar ayer en don Gabino Navarro, quizá, desde donde está, esta fue una lección para que su hijo rectifique el camino y deje de hacerle tanto daño al estado que, por muchos años, ansió gobernar.


ESCENA POSTCRÉDITOS: ¡Qué mal se vio el diputado Adán Casas! En su oportunismo infinito y en sus ansias de figurar electoralmente para gobernador, para alcalde, para diputado o lo que sea que le alcance en el 2027, con su presencia le quitó genuinidad a un momento que era importante: el reencuentro del cañero con los suyos, con su familia, con sus amigos. Nadie discute que no haya podido participar en las gestiones y qué bueno, si de verdad lo hizo, qué lamentable que no pueda contenerse ni en momentos como el de ayer. No se les pueden pedir peras a los olmos, en fin.

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