(Porque marchó, gritó y aplaudió, no porque sepa trabajar)

En cualquier rincón del ayuntamiento mexicano, hay uno —o varios— como él. No tiene estudios terminados, no distingue entre un archivo .docx y una app de comida rápida, pero porta su gafete con más orgullo que si fuera embajador de la ONU.

Su mayor mérito no está en el CV (porque ni tiene), sino en su historial de lealtad gritona durante las campañas: estuvo ahí, bajo la lona, repartiendo playeras, montando templetes, cargando bocinas, y hasta sirviendo frutsi en bolsita. Acarreador nivel élite.

El día que ganó “el proyecto”, cambió su vida.
Lo llamaron con la frase mágica:
«Ya estás considerado pa’ algo en el municipio, carnal. Aguanta vara.»

Y aguantó. Y llegó.

Ahora es funcionario. Y con eso basta.

Características del ejemplar:

Gafete colgado y mirada altiva. Antes pedía «raite», ahora no saluda ni al que le prestó para su torta. Caminan diferente, como si el pavimento fuera alfombra roja.

Oficio de recomendación en Word… ni idea. Se sienta frente al monitor y mueve el mouse como si estuviera espantando moscas. Cuando le piden hacer un documento, dice:
— «¿Pero ya hay un machote? No hay que inventar el hilo negro, jefa.»

Excel es una palabra en ruso para él. Cree que las celdas se usan para encarcelar y que una tabla dinámica es un mueble nuevo del IMSS.

Su escritorio es altar político: banderita del partido, foto con el alcalde en campaña, y una taza que dice “Yo ya voté”, o el eslogan del jefe.

No sabe qué hace su oficina… ni le importa. Pregúntale su puesto y responde algo como:
— «Estoy en Desarrollo… creo que urbano… o humano… algo así, pero ya sabes, de confianza directa.»

Su frase estrella es:
— «A mí me bajaron de allá arriba, yo no necesito andar metiéndome en cosas técnicas.»

Y de estos hay muchos.
La administración municipal está llena de ellos: personajes que ven el gobierno como un botín, no como servicio, que creen que el Excel es «de los que estudiaron», y que el horario es relativo si el jefe los protege.

Se multiplican cada trienio. Cambian los colores del partido, pero el perfil no falla: cero preparación, cero humildad, pero 100% lealtad al que los puso.