BAHÍA TIMES:

En los últimos años, la política mexicana ha sido testigo de un fenómeno cada vez más común: la creciente participación de los jóvenes en campañas y puestos de elección popular, especialmente en las alcaldías del país. Este cambio ha generado un intenso debate sobre si su presencia responde a una preparación profesional real o si, por el contrario, son utilizados como merolicos mediáticos para atraer votos sin un compromiso genuino con la gestión pública. Mientras tanto, las generaciones de personas maduras, mayores de 50 años, parecen estar siendo relegadas de los espacios de decisión, lo que plantea serias interrogantes sobre el futuro de la gobernanza en México.

El ascenso de los jóvenes en la política

El incremento de la participación juvenil en la política no es casualidad. En una era donde las redes sociales dominan la comunicación, los partidos políticos han encontrado en los jóvenes una herramienta clave para conectar con las nuevas generaciones de votantes. Su dominio de la tecnología, la facilidad con la que generan discursos persuasivos y su imagen fresca han sido factores determinantes para su inclusión en la arena política.

Sin embargo, esto no siempre se traduce en una mejor gestión pública. Muchos de estos jóvenes ingresan a la política sin una preparación sólida en administración pública, derecho o economía, lo que a menudo los convierte en figuras carismáticas pero sin la capacidad real de enfrentar los problemas estructurales de sus municipios. En algunos casos, su papel se limita a ser portavoces de estrategias populistas, repitiendo discursos sin una visión crítica o sin un plan de gobierno claro.

¿Y los mayores de 50 años?

Mientras los jóvenes ganan terreno, las generaciones mayores de 50 años parecen estar siendo desplazadas, a pesar de su experiencia y conocimiento acumulado. Existen diversas razones que explican este fenómeno. En primer lugar, la percepción de que la política necesita «caras nuevas» ha llevado a una exclusión de perfiles con trayectoria, muchas veces vistos como parte de un sistema desgastado. En segundo lugar, el auge de las redes sociales ha hecho que los políticos experimentados, que no siempre dominan estas herramientas, queden en desventaja frente a jóvenes que saben capitalizar la viralidad y el marketing digital.

Además, algunos partidos han optado por estrategias electorales en las que priorizan la imagen sobre la capacidad. En este esquema, los adultos mayores son percibidos como figuras de antaño, mientras que los jóvenes representan el cambio, aunque esto no siempre garantice una mejora en la calidad del gobierno.

¿Preparación o simple estrategia electoral?

La pregunta central es si los jóvenes que ingresan a la política realmente lo hacen por mérito y preparación, o si simplemente son utilizados como instrumentos de mercadotecnia electoral. Si bien es cierto que hay casos de jóvenes con una formación sólida y un interés genuino en la administración pública, también es innegable que muchos otros son reclutados únicamente por su atractivo mediático, sin una verdadera visión política.

Ante este panorama, es fundamental reflexionar sobre el equilibrio entre juventud y experiencia en la política. La frescura e innovación de los jóvenes son necesarias, pero también lo es la sabiduría y el conocimiento de quienes han dedicado décadas a entender la complejidad de la gobernanza.

¿Está México apostando realmente por una renovación política basada en la capacidad y la preparación, o solo está creando una generación de políticos efímeros diseñados para el espectáculo electoral?

Demasiados Junior’s e hijos de «papi», son los que deambulan como destacados neófitos en la materia, convirtiéndose en auténticos oportunistas de un trabajo que, por lo menos en el papel, tendría que ser más profesional y de auténtica vocación de servicio…