Texto y fotos:
Sebastián Zavala

BAHÍA TIMES. Ciudad de México.- La Plaza de la Santa Veracruz pasa desapercibida entre los capitalinos y se encuentra escondida para los visitantes, pero es un sitio que guarda historia, belleza y tranquilidad que no pueden dejar de disfrutarse en la primera oportunidad.

Este pequeño reducto de calma y paz se localiza a espaldas de la Alameda Central, en un pronunciado desnivel causado por el hundimiento de la ciudad.

Es un oasis aislado del bullicio de la gran urbe, un espacio que emana serenidad a través de sus áreas verdes y fuentes, de su geometría y de los monumentos históricos que ahí se encuentran.

Estos son la parroquia de la Santa Veracruz, la iglesia de San Juan de Dios y los museos Franz Mayer y el Nacional de la Estampa.

La primera fue construida durante el siglo XVI (1563) ampliada y modificada durante los siglos XVII (1677) y XVIII (1759-1776).

Originalmente, el interior de esta parroquia fue rico y ostentoso; tenía grandes retablos barrocos hechos con base en maderas preciosas y laminado de oro. Empero, a principios del siglo XX fueron destruidos, de manera que de aquella riqueza sólo quedan tenues huellas en la decoración de las bóvedas de plato que cubren la nave, las cuales conservan cenefas doradas de querubines elaborados en bulto. La mayoría de su decoración interior ha sido modificada, pero sigue siendo el hogar de dos imágenes importantes: el Cristo de los Siete Velos y la Virgen de los Remedios.

El templo fue severamente dañado por el terremoto de 2017, como consecuencia, fue cerrado al culto y sus torres apuntaladas debido al riesgo de desplome.

A su vez, la iglesia de San Juan de Dios fue construida a principios de 1605 y guarda una rica historia que transcurre desde el virreinato, pasando por la independencia y la revolución.

En tanto, los museos Franz Mayer y de la Estampa ocupan lo que alguna vez fue un hospital, fundado en 1582 por el doctor en medicina Pedro López, quién lo dedicó a la Epifanía para tratamiento de mestizos y mulatos. No mucho tiempo después añadió una casa de cuna, mudando la advocación a la de Nuestra Señora de los Desamparados.

Acompañan a esta breve crónica que invita a ser ampliada por el lector, una imagen del sitio, tomada durante principios del siglo XX y otras comparativas, captadas recientemente; una de ellas, la fachada del museo Franz Mayer en un encuentro de aficionados del cómic.