Aportación exclusiva del periodista Rafael Ramírez Lira para BAHÍA TIMES, con información del Vaticano.

Muy pocos lo saben, pero dentro del majestuoso Vaticano existe una pequeña sala…
Una sala donde los hombres lloran.
Una sala donde el cielo toca la tierra.
Una sala que no se muestra en los tours ni aparece en las fotos turísticas.

Se llama: “La Sala de las Lágrimas”.
Está justo al lado de la Capilla Sixtina.
Y es allí donde el nuevo Papa entra en silencio tras aceptar el peso del papado.

Una vez elegido, mientras el mundo espera el humo blanco, el nuevo Pontífice es llevado a este lugar sagrado.
Allí, en soledad, se cambia su vestimenta por la sotana blanca, símbolo de su nueva misión como sucesor de Pedro.
En esa intimidad…
muchos lloran. Otros tiemblan. Algunos se arrodillan.

¿Por qué?
Porque en ese cuarto se entiende el peso de la cruz.
Porque allí ya no hay cámaras, ni aplausos.
Solo Dios… y el alma del nuevo Papa.

Dicen que San Juan Pablo II lloró profundamente en esa sala.
Y que Benedicto XVI se quedó largo rato en silencio, antes de salir vestido de blanco.

Es un lugar de lágrimas…
No de tristeza, sino de reverencia.
No de miedo, sino de entrega.

Porque ser Papa no es un privilegio, es una misión que exige dar la vida.

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