Bahía Times.-En muchos rincones de México, en nuestros pueblos y comunidades rurales, la pobreza, el abandono y la falta de oportunidades han sido la norma por generaciones. Muchos jóvenes ven en el crimen organizado una salida rápida a sus problemas económicos, pero la realidad es otra: el crimen no es un camino, es una trampa.

¿Quién gana y quién pierde?

Los grandes líderes del crimen organizado y los políticos corruptos son los únicos que realmente se benefician. Mientras ellos acumulan riquezas y poder, las comunidades se llenan de miedo, violencia y muerte. Los jóvenes que entran al crimen organizado se convierten en carne de cañón, en piezas desechables de un juego que no controlan.

Las familias quedan destrozadas, las madres lloran a sus hijos, y nuestros pueblos quedan atrapados en un ciclo de violencia que nos roba el futuro.

La verdadera lucha es por la vida y la dignidad

La historia de México nos ha enseñado que el cambio no llega con las armas ni con la violencia. Nuestros antepasados lucharon con dignidad por la tierra, la educación y el respeto a sus derechos. Hoy, nuestra lucha debe ser por exigir mejores caminos, acceso a la salud, educación de calidad y oportunidades de trabajo digno.

Hay otros caminos para salir adelante

En muchos pueblos, la organización comunitaria ha logrado grandes avances. Cooperativas, proyectos agrícolas sostenibles, turismo rural y el comercio justo han demostrado que hay formas honestas de prosperar. Exigir al gobierno inversiones reales en nuestras comunidades es el camino correcto.

La fuerza del pueblo no está en la violencia, sino en su unión. No se trata de rendirse, sino de resistir con inteligencia, con trabajo y con la certeza de que nuestro pueblo merece más.

No seamos esclavos del crimen, seamos constructores del futuro.

México es tierra de gente valiente. No regalemos nuestra vida a quienes nos ven como herramientas desechables. Organizarnos, exigir, trabajar juntos: esa es la verdadera defensa de nuestro pueblo.